Una cuadra más abajo de Providencia con Lyon la Conti y yo vimos a un hombre disfrazado de Jesús. Nosotros caminábamos hacia abajo, rumbo a Pío Nono, y él en sentido contrario. Haciéndose el gracioso, Beño le dijo en tono confidencial, en el momento de pasar junto a él: "Maestro". Pero el hombre barbado, moreno, de cabello largo, túnica y sandalias continuó su marcha impertérrito, haciendo caso omiso de esta perdida oveja que es Beño. Se miraron Beño y la Conti, y Beño dijo: "la cagó el weón loco". Sin embargo, dos cuadras más abajo, una idea asaltó la mente de Beño y tornó, sin revelarse, su talante festivo en un estado de ánimo mezcla de melancolía (no sé bien si esta es la palabra) y de asombro. La idea se reveló una cuadra más abajo, o sea, tres cuadras más abajo del punto en que ocurrió el encuentro. Se reveló de la siguiente manera: de pronto, Beño dijo, aparentemente en broma, pero definitivamente en serio: ¿Y si en verdad era Jesús? La Conti miró a Beño, hubo un silencio, y éste dijo: tal vez sí era el Divino Maestro, y yo, por no saber tomarme la vida en serio, me burlé de Él y no le seguí en su Camino.
¿Quién habrá sido, hermanos míos que visitan este blog? ¿Un simple mortal que decidió vestirse de galileo de la Galilea precristiana o Él, el Mismísimo, que decidió presentarse en este cada vez más pagano Reino de Chile vestido como solía hacerlo en sus años mozos de hijo de carpintero que visitaba las aldeas sanando, obrando milagros y predicando la venida del Reino? La verdad, no lo sé. Tal vez esta duda quede en mi alma como una quemante herida, y a mis hijos les diga: hay que tomarse en serio la vida, retoños queridos. Y ellos me interroguen con la mirada y yo agregue para librarme de tal inquisición: hijos, se los digo porque un día, por bromista, por creer en las bondades del talante humorístico y del espíritu lúdico, no supe seguir al Divino Maestro y me burlé de Él creyéndole un loco. Y el mayor de ellos pregunte: ¿En serio? ¿Dónde? Y yo le responda: en Providencia con Lyon, a las siete de la tarde, y me pesa en el alma no haberlo seguido.
Pero ello no ocurrirá, porque para conjurar las ideas anteriores Beño se aferra a una imagen captada en un instante fugaz, que con esfuerzo y el paso del tiempo (que permite el olvido selectivo y la manipulación) será una certeza: no era el Divino Maestro porque los miopes ojos de Beño supieron ver en sus sandalias un conocido modelo de chalas Hush Puppies.
¿Quién habrá sido, hermanos míos que visitan este blog? ¿Un simple mortal que decidió vestirse de galileo de la Galilea precristiana o Él, el Mismísimo, que decidió presentarse en este cada vez más pagano Reino de Chile vestido como solía hacerlo en sus años mozos de hijo de carpintero que visitaba las aldeas sanando, obrando milagros y predicando la venida del Reino? La verdad, no lo sé. Tal vez esta duda quede en mi alma como una quemante herida, y a mis hijos les diga: hay que tomarse en serio la vida, retoños queridos. Y ellos me interroguen con la mirada y yo agregue para librarme de tal inquisición: hijos, se los digo porque un día, por bromista, por creer en las bondades del talante humorístico y del espíritu lúdico, no supe seguir al Divino Maestro y me burlé de Él creyéndole un loco. Y el mayor de ellos pregunte: ¿En serio? ¿Dónde? Y yo le responda: en Providencia con Lyon, a las siete de la tarde, y me pesa en el alma no haberlo seguido.