martes, enero 04, 2011

La Perla



Estimado Galindo,

No he podido acceder a su propuesta. No creo que deba o que pueda hacerlo.

Acá en la calle pululan muertos. Yo me arrincono y me meto en callejones, y, Galindo, le prometo, trato de sacar partido del asunto. Pero no tengo claro hasta qué punto, Galindo, llegaré a recolectar las monedas, los estandartes, las pruebas de todo esto, para algún día futuro ponderar su peso tenue. Me dedico por las tardes, por las noches, también a pulular; en uno de esos vaivenes llegué al Perla. Casi se podía mascar el olor ajerezado del arrollado en el aire. Don José me confiesa que pensó en renombrarlo "La Perla del Pacífico" mientras venía con su señora en el avión, pero decidió a su llegada serle fiel a su destino y al destino del Perla. Y bueno, también en cierta medida al de sus parroquianos.

Lo actualizo; espero no aburrirlo. Después de un intrincado episodio legal, la compañía a cargo de la tienda por departamentos se vió obligado a pagar a Don José un cuantioso monto por la demolición del boliche; su compadre Lalo Marín, abogado y estudioso del evangelio, hizo las maromas y cortó buen billete, y lo que quedó fue suficiente para reabrir el connotado local cuyo cartel vimos desmontar aquella tarde de 2009.

Se reiría, Galindo, si pudiese verlo. Me limito, por salud mental, a adjuntarle una foto de la fachada. Las letras, en tipografía Palace Script levemente modificadas con agridulce gusto parisino, rememoran de manera más que lejana el original en letras negras sobre luminoso amarillo con decorado "Cristal". No podría decir mucho más.

Para calmar el reflujo de la memoria, evocaré aquel aniversario mío en que, después de haber bebido en exceso, como se acostumbraba, nos volcamos a la calle, en dirección inconsciente hacia el bar. No creo equivocarme cuando afirmo que esa noche completamos, de algún modo, el inicial armatoste del sistema de símbolos que en los años siguientes iríamos trabajando con pulso de joyero. Son doctrinas inútiles, y en eso creo que todos estamos de acuerdo, pero ¿hay algo más bello que la inutilidad? ¿algo más perfecto?

Creo que los proyectos quedarán estancados o avanzarán a ritmo lento (me es imposible no evocar la analogía del río de caca en este tipo de casos) por un tiempo; pero si existe la fe y me fue deparado poseerla, creo que está toda puesta en las frases, las inversiones, los mecanismos y el conjunto de piezas ideados en esos años fructíferos. Curiosamente, y en oposición a nuestra capacidad de manipulación, la operación de las piezas se multiplica y se ramifica, ruedas sin eje: lo llamo a que esté atento, como yo creo y espero estarlo, a mayores cambios o desviaciones de sus sentido primero.

Un saludo cálido a la distancia,


Marinakis

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