jueves, junio 09, 2011

Descreo de su Mapocho

Dr., déjeme decirle, con cariño pero también con firmeza, que descreo de su Mapocho
Ese río es hijo de Oliveira hijo de Cortázar y también de sus flamantes errancias, y no hermano de la tierra cordillerana, del polvo fugitivo de los sacos de cemento, del harapo
Su río, Dr., es navegable por derecho propio, Hontológicamente navegable, diríamos
Lejos de él que se fantasee con ponerle prótesis para que comience a ser otra cosa
A un río no se le dice levántate y anda
Pero, ah, Dr., nos soñamos héroes y el demonio de la realidad fue a buscarnos allá donde estábamos y fuimos heridos
Qué importa sobre qué río se incline la memoria:
Su poesía viene a decir lo que Rojas dijo que dijo Vallejos:
Todavía

miércoles, junio 08, 2011

pájaros

En las plazas de la memoria hay
dos o cinco
recuerdos de niñez que retuve

de libros de calle lanzados al mapocho
de pésima literatura
de los compormisos
ayer fue que no busqué todo eso

y fue ayer también
que entregué el pellejo vano
las mofletas estériles en un abrir
y cerrar de ojos que se cansan

ayer pero es hoy
que vengo a mi mismo con esas
cosas cosas cosas
como de libertad ayer me vi
como héroe
en una plaza con sombra y habitantes del cité

tarde más feliz
de discos de todo lo absoluto

no quiero llorar en esos vasos
y si lloro qué más
es pura tarde de vino
gracias al vacío u otras palabras vanas, vacío

sólo una conserva su sentido

en esas tardes que retuve de río corriendo en el tiempo

no sé cómo llamarlas
porque eran tardes de papel

miércoles, mayo 18, 2011

La Perla ¿Abatida?

Leí su correo y al principio quise mandarlo al carajo. Perla hay una sola. Pero maduré, Marinakis. Detrás del velo de ira que amenazaba con cegarme, pude ver su palabra encenderse o apagarse débilmente, como la sonrisa del gato de Chesire, desapareciendo, un ademán de adiós irónico; si no te importa dónde llegar tampoco importa mucho qué camino debes tomar, dijo el Gato y el camino es el fin postula Kavakis en su poema Ítaca, qué lugares comunes, mi querido Dr., no hay rincón dónde llorar o defecar tranquilo aquí, pero qué importa, siempre existe la posibilidad de que una mañana cualquiera de Otoño, de golpe nos enteremos que un árbol se inclina para dejar caer sobre el pavimento sus hojas enrojecidas, allí, en medio de la ciudad, hundido en el humo y cercado por los bocinazos, humildemente desvistiéndose, y que el viento sople débilmente y le escatime milimétricamente una hoja a la suela de tus zapatos cansados. El entero porvenir tal vez fue cifrado en ese puñado de espejos rotos, Dr., concuerdo.

martes, enero 04, 2011

La Perla



Estimado Galindo,

No he podido acceder a su propuesta. No creo que deba o que pueda hacerlo.

Acá en la calle pululan muertos. Yo me arrincono y me meto en callejones, y, Galindo, le prometo, trato de sacar partido del asunto. Pero no tengo claro hasta qué punto, Galindo, llegaré a recolectar las monedas, los estandartes, las pruebas de todo esto, para algún día futuro ponderar su peso tenue. Me dedico por las tardes, por las noches, también a pulular; en uno de esos vaivenes llegué al Perla. Casi se podía mascar el olor ajerezado del arrollado en el aire. Don José me confiesa que pensó en renombrarlo "La Perla del Pacífico" mientras venía con su señora en el avión, pero decidió a su llegada serle fiel a su destino y al destino del Perla. Y bueno, también en cierta medida al de sus parroquianos.

Lo actualizo; espero no aburrirlo. Después de un intrincado episodio legal, la compañía a cargo de la tienda por departamentos se vió obligado a pagar a Don José un cuantioso monto por la demolición del boliche; su compadre Lalo Marín, abogado y estudioso del evangelio, hizo las maromas y cortó buen billete, y lo que quedó fue suficiente para reabrir el connotado local cuyo cartel vimos desmontar aquella tarde de 2009.

Se reiría, Galindo, si pudiese verlo. Me limito, por salud mental, a adjuntarle una foto de la fachada. Las letras, en tipografía Palace Script levemente modificadas con agridulce gusto parisino, rememoran de manera más que lejana el original en letras negras sobre luminoso amarillo con decorado "Cristal". No podría decir mucho más.

Para calmar el reflujo de la memoria, evocaré aquel aniversario mío en que, después de haber bebido en exceso, como se acostumbraba, nos volcamos a la calle, en dirección inconsciente hacia el bar. No creo equivocarme cuando afirmo que esa noche completamos, de algún modo, el inicial armatoste del sistema de símbolos que en los años siguientes iríamos trabajando con pulso de joyero. Son doctrinas inútiles, y en eso creo que todos estamos de acuerdo, pero ¿hay algo más bello que la inutilidad? ¿algo más perfecto?

Creo que los proyectos quedarán estancados o avanzarán a ritmo lento (me es imposible no evocar la analogía del río de caca en este tipo de casos) por un tiempo; pero si existe la fe y me fue deparado poseerla, creo que está toda puesta en las frases, las inversiones, los mecanismos y el conjunto de piezas ideados en esos años fructíferos. Curiosamente, y en oposición a nuestra capacidad de manipulación, la operación de las piezas se multiplica y se ramifica, ruedas sin eje: lo llamo a que esté atento, como yo creo y espero estarlo, a mayores cambios o desviaciones de sus sentido primero.

Un saludo cálido a la distancia,


Marinakis