jueves, enero 05, 2006

Ciclo de Anécdotas: El Basurero Wenco

Porque el público lo pidió, vuelve el Ciclo de Anécdotas de El Blog de Beño, esta vez con una anécdota escolar. ¡Y basta de palabrería, Beño! Vamos al grano; pero antes:

- Si Ud. no ha leído las Anécdotas de este Afamado Ciclo, lo invito a hacer click en el link de alguna de las tres anécdotas publicadas en la columna a su izquierda.

- Lamentablemente, esta vez no contamos con el alto auspicio de Nuestro Señor Cristo de Elqui, y seguiremos prescindiendo de él hasta que nos pague lo debido.

Sin otro particular, vamos con la anécdota.

El Basurero Wenco

En el patio de media había un basurero grande Wenco, de color gris y tapa negra. A la hora del recreo, X. esperaba que el patio se fuera llenando de gente; salía desde su sala corriendo; enfilaba hacia el noble basurero Wenco, y de una patada lo hacía volar lejos, dejando la basura desparramada. Ante los bovinos ojos escolares congregados allí, la escena se repitió de manera exacta una y otra vez.

En las horas de clase, V. y Beño (que pasaron la mayor parte del colegio fuera de clases) podían ver a la señora Norma recogiendo el basural que el pelotudo de X. dejaba todos los recreos. Beño sospecha que los motivos que tenía X. para ejecutar religiosamente el vandálico acto eran dos: posicionarse con una imagen rebelde frente a las damas que allí se reunían y lucir sus regios zapatos Caterpillar.

Junto al patio de media, donde estos vandálicos actos eran ejecutados impunemente a la luz del día y bajo la mirada estupefacta de los estudiantes, se estaba llevando a cabo la construcción de un nuevo pabellón de salas de clases. En los días en que este relato ocurre, V. y Beño pasaban sus tediosas horas de alumnos echados de clases en animada charla con los maestros constructores o sentados cerca de la faena tratando de matar el tiempo. En estas circunstancias surgió la brillante idea.

Fue así, oh queridísimos lectores:

El sol pegaba fuerte. Beño y V. estaban sentados junto a la construcción, mientras sus compañeros disfrutaban de un macabro laboratorio de biología, durante el cual Beño no había podido contener una observación jocosa acerca de una rana en estado vegetal a la que le aplicaban electricidad en los nervios de sus patas. Esa observación había resultado en una carcajada general, y en la consecuente salida del laboratorio de V. y Beño.

Como íbamos diciendo, el sol pegaba fuerte y nuestros protagonistas soportaban con estoicismo su exilio. De pronto, V. quedó absorto, como fijando una idea; se puso de pie, caminó hacia una gran pila de ladrillos, cargó sus brazos con seis de ellos y caminó hacia el noble basurero Wenco. Beño comprendió de inmediato y no tardó en secundar a V. en su iniciativa y con un par de idas y venidas acarreando ladrillos, el buen basurero quedó lleno hasta sus bordes. Con una sonrisa, V. le puso la tapa, y Beño ensayo un par de patadas en sus matratados constados. “Weón, si este cara de nalga le llega a poner una patada a esta wea, cagó”... Ya estaba todo dispuesto, y V. y Beño se sentaron a esperar con ansias que llegara el recreo.

Sonó el timbre. El patio se fue llenando de vida escolar. Las apetecidas damas ocuparon sus puestos de pequeñas faraonas escolares. Pero de X. ni la menor señal. “Anda a ver si está adentro de la sala”, le dice Beño a V. Éste va y vuelve. “Sí, weón; está. Está peleando con la profe por una nota. Ya va a salir”. La expectación multiplicaba los minutos. “Weón, por la chucha; no puede ser que justo ahora no venga a pegar el bendito puntete”, murmuró V.

La profesora sale de la sala. Dos minutos después, sale X. rojo de rabia. Grita: “¡Por la chucha!”, toma vuelo, con júbilo lo vemos enfilar hacia en basurero con más velocidad que nunca, da un salto, acomoda el golpe en el aire y deja caer su mejor patada en el flanco del noble basurero Wenco. Esta vez el espectáculo es distinto: el basurero no se mueve un sólo milímetro; inmediatamente después del golpe se oye un alarido de dolor; las miradas se vuelven hacia X. que está tendido de espaldas en el cemento. En un acto de cinismo y de maldad infinita, V. corre a socorrer al caído. Se reúne un círculo entorno a X., lo suben a una camilla y se lo llevan. Los dos meses siguientes lo vimos llegar con la pierna enyesada. Extrañamente, nunca nadie se preguntó qué hacía el basurero lleno de ladrillos. Nunca hubo culpables.


lunes, enero 02, 2006

Micro-historia UNO



UNO. Dos sujetos compraron tres litros de vino en caja y los bebieron sentados entre unos matorrales en alguna calle de La Reina Alta. Por supuesto, se emborracharon, y luego caminaron hablando Dios sabe qué hasta oír el golpeteo de unos tambores. En su ebriedad buscaron el lugar de donde provenían los golpes de tambor. Caminaron hasta encontrarse frente a la regia fachada de una enorme casa; vulneraron la propiedad privada; subieron por un sendero que serpenteaba entre un pequeño bosque de bambúes, y llegaron a un espléndido jardín. Los vio aparecer de pronto un grupo de jóvenes que, sentados a una mesa bajo un toldo blanco, terminaban de beberse una botella de Chivas Regal. Uno de ellos golpeaba un bongó y, sin dejar su laborioso golpeteo, miraba con sorpresa. De los dos sujetos habló uno, diciendo: "Leíamos el Venerable Tarot en la Plaza Brasil cuando oímos el llamado de sus tambores; desde lejos hemos venido; ustedes nos han llamado; díganme: ¿qué desean?". Pregunta que uno de los jóvenes respondió, diciendo: "Bueno, si leen el Tarot, entonces eso deseamos: que nos lean el Tarot." Entonces, el sujeto sacó sólo los Arcanos Mayores y comenzó la lectura...


De la historia no sabemos más que esto. ¿Cómo terminó? Sólo Dios y un puñado de hombres saben. Ud. puede imaginarlo. Mañana, don Beño les contará la micro-historia DOS. Todas son absolutamente verídicas. No dude.


¡Y vamos con la Campaña Asado Parrillero!